Hace rato que me vengo tomando
las cuestiones del diario vivir a la tremenda: que la hoja de afeitar del peluquero me puede infectar el SIDA de
algún cliente anterior o que la pipa se
rompa por dentro sin darme cuenta y me termine tragando pedazos imperceptibles de
vidrio. Vivo alarmado intentando evitar lo peor estadísticamente posible. La
tensión que genera ese por las dudas
después de tantos años de padecerla- me quita energía, entusiasmo y -en
definitiva- las ganas de todo. No es conducente mantenerse en ese estado
constante de sobresaltado y horripilante fatalismo.
Es harto difícil verse desde afuera y comprender cuan atornillados y
enfrascados están nuestros procederes y comportamientos. Cuando encuentre el
lugar preciso del pie donde el zapato me aprieta y lo acepte- calculo que mi
existencia se tornara un poco más tolerable: una especie de vivir en play sin caer en la necesidad de pulsar
el fast forward.
Me voy acompasando a una quietud que por momentos me es irrespirable, dictada
por algún sabiondo, travieso de laboratorio que anda experimentando con vidas
ajenas. El aislamiento es profundo y denso como una cuenca que se interna
tierra adentro por los túneles del tiempo. ¿Estaré olvidándome de la existencia
de otras personas? Estoy abocado a mi rescate emocional intentando evitar que
una piedra rodante- por mas diminuta que sea- termine estallándose sin anuncio en
mi parabrisas anímico.
Escucho sensaciones, pensamientos que no sé de donde vienen ni su por qué.
Una imagen, una sola, vale más que un concepto, pre-concepto o duda hacia lo
diferente de lo que estoy acostumbrado. Busco verle un algo a las cosas, un
algo disfrutable que me permita entrar en un trance que me despegue de lo temporal,
y perder así los parámetros circunstanciales para focalizarme en lo sustancial,
en lo que queda de pasional en mí.
Trato de existir cómodo con lo mínimo que me es indispensable;
simplifico sin perder mi esencia. O me miro al espejo concentrado y me hablo
firme, o me pongo a escribir y que sea lo que tú y tus creencias quieran. Además,
lo anoto para no olvidarlo -más allá de estilos, formas y gustos. Escribir es tomar
una fotografía instantánea de mí mismo.
Lo que más quiero es conocer, intimar con lo que considero bello -que no
significa necesariamente equilibrado. Apago la luz y a través de mi ventana- las
estrellas con todos sus satélites y planetas son un uno indivisible y
sincronizado a fuerza de gravedad o de la falta de ella.
Hace tiempo que se me perdió el esfuerzo.
Sin él no sé si alguna vez podre elevarme, iluminarme y ver el camino que me
lleve a mi destino. Proyectarme y soñar -aun cuando mis ojos permanecen
abiertos- es mi única esperanza de mantenerme a flote.