Tuesday, October 8, 2019

La estaca


Desperté después de cuarenta y cuatro años con una estaca clavada en el medio del pecho. Recién ahora comienzo a sentir un dolor que había estado bloqueado hasta hoy en mí. Bien…y ahora que soy consciente de su presencia: ¿qué hago? ¿Debería intentar convivir con ella o tendría que desclavármela de una buena vez y para siempre? Si me decido a convivir con ella, el primer paso a dar es aceptarla como es. De lo contrario, tendría que desclavarla de manera tal- que no quede astilla alguna dentro mío. Más de un@ se hace la astilla observando historias ajenas, que no le pertenecen ni incumben. Lo mejor será que duerma una buena siesta antes de tomar una decisión de esta naturaleza.

Sé que los extremos no son los mejores consejeros. Debería matizar la situación; compartir vida, alegrías y de las otras (las que no avisan que ya están). No quisiera perderme lo que sucede en el mundo con sus maravillosos ciclos concéntricos de rotación y traslación sobre un eje que solo unos pocos pueden ver. Una imagen o tan solo la búsqueda de lo que no es aparente, esas cosas que solo aparecen cuando limpiamos a fondo con la ropa de fajina puesta. Intento – cual si fuera arte de magia- mirar las cosas de siempre desde otro foco, evitar mi mirada escéptica que fija toda su atención en algo particular y minimiza todo su entorno.

Sigo sin saber cuál es la opción correcta. Nada me es fácil. La paranoia me estorba y me corrompe desde el pozo profundo e infinito del miedo y la irracionalidad. Deseo encontrar palabras, conceptos e ideas que me alivien a sobrellevar mi tormento. Quiero ser breve pero no puedo. Me explayo en un sinfín de detalles que solo tienen significado real y cabal para mí. Ustedes intentan comprenderme –pese a que lo que están leyendo es un extracto de mi pensamiento -que al ser texto-  está fuera del contexto en que se originó.

Me siento invisible a los ojos del resto. Paso inadvertido, desvalorizado de una habilidad que no he llegado a dominar ni a tener. Irremediablemente, la indiferencia se vuelve hacia mí -una vez más- para clavarme su estaca llena de vacío y decepción. Una estaca que nunca había terminado de desclavarse del todo.