Desperté después de
cuarenta y cuatro años con una estaca clavada en el medio del pecho. Recién
ahora comienzo a sentir un dolor que había estado bloqueado hasta hoy en mí.
Bien…y ahora que soy consciente de su presencia: ¿qué hago? ¿Debería intentar convivir
con ella o tendría que desclavármela de una buena vez y para siempre? Si me
decido a convivir con ella, el primer paso a dar es aceptarla como es. De
lo contrario, tendría que desclavarla de manera tal- que no quede astilla
alguna dentro mío. Más de un@ se hace la astilla observando historias ajenas,
que no le pertenecen ni incumben. Lo mejor será que duerma una buena siesta
antes de tomar una decisión de esta naturaleza.
Sé que los extremos
no son los mejores consejeros. Debería matizar la situación; compartir vida,
alegrías y de las otras (las que no avisan que ya están). No quisiera perderme
lo que sucede en el mundo con sus maravillosos ciclos concéntricos de rotación
y traslación sobre un eje que solo unos pocos pueden ver. Una imagen o tan solo
la búsqueda de lo que no es aparente, esas cosas que solo aparecen cuando
limpiamos a fondo con la ropa de fajina puesta. Intento – cual si fuera arte de
magia- mirar las cosas de siempre desde otro foco, evitar mi mirada escéptica
que fija toda su atención en algo particular y minimiza todo su entorno.
Sigo sin saber cuál
es la opción correcta. Nada me es fácil. La paranoia me estorba y me corrompe
desde el pozo profundo e infinito del miedo y la irracionalidad. Deseo
encontrar palabras, conceptos e ideas que me alivien a sobrellevar mi tormento.
Quiero ser breve pero no puedo. Me explayo en un sinfín de detalles que solo
tienen significado real y cabal para mí. Ustedes intentan comprenderme –pese a que
lo que están leyendo es un extracto de mi pensamiento -que al ser texto- está fuera del contexto en que se originó.
Me siento invisible a
los ojos del resto. Paso inadvertido, desvalorizado de una habilidad que no he llegado
a dominar ni a tener. Irremediablemente, la indiferencia se vuelve hacia mí -una
vez más- para clavarme su estaca llena de vacío y decepción. Una estaca que
nunca había terminado de desclavarse del todo.
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