Nos masturbamos
con lo que nos es ajeno. En algún momento de nuestra existencia hemos sido
objeto o sujeto de fascinación.
Triángulo puja
por transformarse en cuadrado, cuadrado en rectángulo, rectángulo en hexágono y
hexágono en círculo.
Cigarrillo sueña
con ser cigarro y cigarro con ser habano.
El materialmente
pobre quisiera ser rico; el rico codicia la vida “simple” del pobre.
Al desempleado
le gustaría tener empleo; el trabajador procura ser jefe y el jefe fantasea con
sus próximas vacaciones.
El cachorro
anhela ser adulto y el anciano volver a su infancia.
El calvo añora
su cabellera de antaño; al que tiene pelo lo cautiva la idea de tenerlo más
largo y sin canas.
El que se ducha
en invierno con agua fría ambiciona tener calefón; al que se baña con agua caliente
le apetecería tener bañera y al que tiene bañera le complacería tener Jacuzzi.
El que anda a
pata desea tener unos pesos para el boleto; al que va en ómnibus le encantaría
tener bicicleta; al que va en bicicleta lo seduce una moto y al que va en moto
le fascinaría ser dueño de un automóvil.
Al final del
día, todos los deseos y frustraciones son eyaculados por el saboteador e
inconformista que convive en nuestro inconsciente y volvemos a percibir la inevitable
e irremediable realidad, sin vueltas ni revanchas.