Tuesday, February 23, 2021

Tengo un plan


Soy un náufrago de una alegría empapada en inocencia que ha encallado en una isla intrincada e infecunda producto de mi psique. La recorro en punta de pies con el corazón en la boca.  Es un sitio de flora espinosa, con un clima inestable e inconsistente que me atormenta como una sentencia impuesta por mecanismos que desconozco y solo puede ser visualizado a través de filtros ópticos únicos y químicas cerebrales tan específicas como la que cada individuo posee.

Quiero bajarme de esta incomoda cúspide de dudas permanentes, incontestables e inútiles.  Respiro hondo por la nariz y largo un aliento tenso, húmedo e infecto. Efímeramente - como estrella fugaz que se desvanece en un cielo incierto y tenebroso- logro ubicar mi foco en un lugar que me gusta: observando el vaivén de las olas de un océano plácido mientras un sol rubí besa el horizonte; logro estar más en el ahora. Mi intención es estar y dejar de ser ese ser que nos contamos a nosotros mismos. Me entrego a la inmediatez y su relatividad. Acepto mis limitaciones; reconozco mis derrotas. En definitiva, se trata de como decido verme.

Lo que aún sigo sin entender es lo que me incita a tomar tal o cual decisión o a no tomar ninguna. ¿Sera evitar el dolor a corto plazo? El dolor me provoca una cadena de reacciones: es el mensajero de nuestro organismo que viene a avisar que algo no anda bien. Algunas personas optan por no escucharlo -aunque retumbe como un terremoto que parte al medio los cimientos más profundos.

Me es indispensable expandir mi zona de confort, quitándole terreno al miedo, la ansiedad y la paranoia. Sentirse culpable lo tiñe todo de miedo. El miedo es un monstruo que necesita de una gran cantidad de combustible vital: cuestionamientos, teorías y las excepciones que las confirman. A diario enfrento una constelación de fantasmas que me habitan y me alejan con sus presencias del mundo de los racionales y pragmáticos.

Del azar brota una valija media destartalada, vacía y deforme por el paso del tiempo que nunca antes había visto. Ella, inevitable como lo es la fuerza de gravedad, me espera sin apuro ni descanso para que la llene de interrogantes y así partir juntos hacia una deriva vacía de certezas.





 

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