Friday, October 28, 2022

Media pila

 

Su existencia fue un lastre sombrío, denso e impenetrable. El gran temor una vez muerto era el silencio atronador dentro de su tumba. Confió en que sus hijos lo enterraran- indicaciones mediante- junto a su radio portátil. Los deudos que transitaban los estrechos pasadizos del cementerio- oían un rumor constante, música, partidos de futbol, noticieros y no se daban cuenta de donde surgía tal audición.

Por las noches se juntaban en torno a su tumba en busca de entretenimiento una variedad de espíritus que habían muerto en una paz maquillada o cuyas vidas habían sido una llovizna lánguida e intermitente sin propósito, rumbo ni destino. Se armaba una comunión muy armoniosa entre estos espíritus hasta que un mal día la radio –cual romance de verano- dejo de funcionar.

El fracaso de su propósito volvió a ser palpable entre sus semejantes de la misma forma que lo había sido durante toda su vida. La historia- como todas ellas- termino buscando culpables de tal cambio de circunstancias.





Tuesday, August 30, 2022

Playa nudista

Era un hermoso día para estar al aire libre y el agua en la playa nudista estaba preciosa.  Deje toda mi indumentaria, billetera, llaves y teléfono sobre mi silla de playa. Estaba tan lindo que me quede un rato largo en el océano. Al salir me lleve la ingrata sorpresa de encontrar solamente mi silla. Debía encontrar la manera de llegar hasta mi casa como arribe al mundo. Hubiese querido transformarme en una figura fantasmal o espectral para pasar desapercibido. A raíz de ese pensamiento se me ocurrió canjear mi silla playera por una toalla para cubrir mi desnudez.

Comencé a recorrer la playa con ese objetivo. Una persona tras otra a la cual le planteaba mi propuesta- se negaba al trueque. Creo que percibían mi aflicción como cuando era joven e iba a bares de mala muerte en busca de encuentros furtivos con desconocidas del sexo opuesto. El interlocutor olfatea la desesperación y huye despavorido.

Ante este panorama desalentador -el último recurso al que mi imaginación pudo acceder en ese momento fue destruir la silla y con la lona y un par de cuerdas desflecadas que encontré sobre la arena- construí una versión elemental de hombre sándwich.

Dudaba profundamente si iba a poder regresar de esa forma a mi casa pero tampoco tenía otra opción.  Así que sin más inicie mi retorno. Mi preocupación por la reacción de terceros se fue transformando en sorpresa al notar que nadie me prestaba atención alguna. Me ignoraban olímpicamente. A medida que avanzaba fui tomando más confianza en mí plan. Lo que en un inicio fue sorpresa se fue transformando en decepción: la vida de uno no le interesa a nadie más que a uno mismo; cada persona va por la suya cargando su cruz, con sus propios asuntos, extraviadas en el encierro de sus mentes.

Mientras esperaba que el cerrajero abriera la puerta de mi casa, un concepto que venía rumiando tomo cuerpo y forma definitiva: lo opuesto a la virtud, a la fuerza de voluntad, a la habilidad, a la risa, al erotismo, al sacrificio y la creatividad es el desinterés, la apatía y la indiferencia.




Thursday, August 18, 2022

La feria

 

Deambulaba por callejuelas sin señalización ni salida aparente cuando me topé con una feria única y particular en varios sentidos. Difícil de describirla -aunque si dijera que se trataba de una feria temática no estaría completamente errado. El día estaba ventoso, era un viento caliente y arremolinado sin dirección alguna. Apenas entre, hacia la izquierda un puesto vendía ilusiones. Tenían de todo tipo: las que son de por vida y las que tienen un objetivo concreto como casarse, recibirse de médico o bajar de peso. Al lado estaba el puesto de los eufemismos: ofrecían de los cómicos y los políticamente correctos e inofensivos. Dos pasos más allá, una muchacha de cara limpia y equilibrada ofrecía certezas, evidencias, autenticidades y convicciones. Uno de los puestos más disfrutables de toda la feria. En frente ofrecían sensaciones de frio, calor, hambre, vacío y todas las imaginables. Seguí recorriéndola y todos los puestos brindaban artículos inusuales de encontrar a la venta: intenciones, indulgencias, esperanzas, cavilaciones, sugestiones y otras que mi memoria ha olvidado.

Después de pasadas unas horas observando y escuchando a los feriantes y sus propuestas- una desazón indefinida y difusa me invadió. Respire hondo. Una transpiración fría cubrió mi frente pegajosa. Tuve que sentarme en el piso con todo lo que ello conlleva para alguien con misofobia. Durante muchos años he venido complicándome la cabeza con posibilidades inciertas y hasta remotas de situaciones de vida que raramente terminan ocurriendo. Y si ocurren- suceden de una manera muy distinta a como las imagino. Sin embargo, las vivo intensamente como si fueran a acontecer de un momento a otro. Mientras mi organismo transitaba por este estado de ánimo- mi cabeza tomaba conciencia y más nítidamente que nunca antes entendí y comprendí que he de terminar mal- como el resto de los mortales: la decadencia de la mente y sobre todo la del cuerpo- es un camino de ida.

Aun sin poder encontrar mi rumbo, llorando de alegría recordaba aquellas tardes estivales en mi cuarto con la radio a todo volumen y una batería que era para mí la octava maravilla -aunque en realidad se caía a pedazos- donde el presente me tenía hipnotizado con sus mieles del ahora- sin expectativas, frustraciones, desilusiones, fracasos ni desengaños de ningún tipo que me opacaran. La existencia y sus pliegues más recónditos -es la mejor y más compleja trampa imaginable: una patraña la cual conocemos su final inevitable desde un principio.






Friday, April 22, 2022

Me dice

 

El doctor que los valores de mi último análisis están dentro de lo normal para mi edad. La arquitecta confirma que la construcción va a estar terminada en fecha. El mozo comunica que mi pedido está casi listo. El vendedor de autos usados explica que la unidad que me interesa comprar está muy bien considerando los años de uso que tiene. El chofer del ómnibus se compromete a avisarme donde necesito bajarme. El político de turno declara que los últimos índices muestran que la economía y poder adquisitivo de los ciudadanos siguen al alza. La psicóloga recomienda que siga tomando la prescripción que me resetó el psiquiatra. El zapatero explica que el cuero del calzado cede con el uso. El tendero promete que el buzo no encoje con los lavados. El creyente utiliza su artillería divina para colonizarme. El feriante vocea que tiene las uvas más dulces de toda la feria. El mecánico -meneando su cabeza de lado a lado- sentencia que debo cambiar la bomba del agua. El policía asegura que está para protegerme y garantizar mi seguridad. El peluquero pide que de una buena vez me deje cortar las patillas- que me va a quedar mucho mejor. La maestra deja constancia en mi carnet que puedo y debo rendir más. El comentarista deportivo afirma que el resultado del partido es totalmente justificado.

Me cuesta creerles; en realidad no les creo una sola palabra. Las verdades a medias con sus mentiras solapadas y engañosas- han desgastado mi confianza ciega. La ingenuidad y pureza de los niños, la óptica de los “locos” y la verborragia torpe de los borrachos serían las únicas opciones de sinceridad disponibles. Por tanto, seguiré siendo un laico que vota en blanco.




Friday, March 11, 2022

Inercia

Se dispara mi alarma y todo alrededor se inunda de humo. Quiero cerrar la puerta pero algo inmaterial, oculto- no me lo permite; algo que vive en la frontera de mi ansiedad, mi cabeza y mi realidad. Algo que siento como una frazada demasiada pesada- desnuda mis flaquezas y cubre mi ánimo. No recuerdo desde cuando la conservo: tengo la sensación de que ha estado junto a mi desde que tengo memoria, o mejor dicho desde que recuerdo tener memorias. Esta frazada ha pasado por varios veranillos en que la he olvidado -pero una y otra vez vuelve invernal y me deposita infaliblemente en una espesa neblina cerebral.

Desquiciado, desbocado como caballo que ha estado demasiado tiempo en su corral- anhelo esos instantes de no pensar ni esperar más: solo sentir. Eso: una vacación mental y descanso para el espíritu. Una especie de purificación, un curativo, un imán que me mantenga entre los que aún tenemos la suerte de padecer y disfrutar absurdos e inercias del diario vivir.

Llego a mi casa con la rutina de la semana a cuestas pero aun con la energía autómata del maniático que me lleva a probar la manija de la puerta una y otra vez, asegurándole a la compulsión que la puerta ha sido efectivamente cerrada por mí mismo. La llave del gas es mi próximo destino. Después de cerrarla me quedo mirándola fijo y contando hacia mis adentros hasta una cifra caprichosa- hasta mi número de suerte arbitraria. Miro a mi alrededor para asegurarme que todo esté en su lugar asignado, en ese orden antojadizo que me reconforta. Ahora es el turno del lavado de manos, una operación meticulosa, sigilosa, que requiere toda mi atención y esfuerzo. En los inviernos, el revés de mis manos se desfigura en un cuero agrietado, rojizo y áspero de tanta agua y jabón. Luego de todos estos rituales -me siento con el derecho a respirar profundo y desechar toda mortificación- tanto sea real o consecuencia de mis obsesiones.

Entonces escribo sin proponérmelo, sin justificacion alguna: me tranquiliza y ocupa, me anestesia al punto de no sentir malestares transitorios y fomenta lo que aún subsiste en mi despoblado mundo interior. Escribir es de lo poco que me va quedando para compartir y comunicarme. Una comunicación diferida, incierta y probablemente inexistente que en definitiva solo ocurre conmigo mismo. Por lo tanto, esto es un desahogo, como el de aquellas flores que esperan con ansias los primeros soles primaverales para abrir sus petalos deslucidos. Intento y ensayo mi sanación con las letras, cicatrizar con lo escaso de lúdico que aún persiste en mí y jugar al escritor maldito, maldito conmigo mismo, que maldice su percepción hosca, opaca, descarnada de sí mismo y lo que lo rodea. 




Wednesday, January 19, 2022

Resurgir

                               A Rosina, fuente de inspiración y admiración.

 

En una mañana ideal de verano caminaba por la orilla paladeando el retrogusto del desenlace, de lo inevitable. Vivía en un tiempo diferente, subjetivo, un paréntesis que no pertenecía al pasado ni al presente o al futuro. Añoraba la inocencia y felicidad de mis primeros tres años de vida: una etapa que la rememoraba pura y con todo por descubrir. Uno de mis recuerdos más vividos era la imagen de una flor de mburucuyá en un clima gélido, inimaginable, ajena a ese medio. Ella- inaudita- lucia sus petalos ante las miradas estupefactas e inverosímiles que la observaban con timidez y desconfianza.

A temprana edad mi ansiedad se hizo miedo y eso marco la falta de cadencia en mi canción vital. Luche y me enfrente a ellos. No me pertenecían, no eran míos sino que me los inculcaron sin siquiera pedir mi consentimiento, contrario a mi voluntad. Conviví desde aquellos días con la indignación. Y no era una indignación generalizada hacia la vida y todos sus residentes: era contra aquella persona que estaba ahí para cuidarme y sin embargo- ciega de angustia y desesperación-  salto desde el balcón hacia la nada y me abandono -sin advertencia- a mis cuatro años de edad. Ese niño elaboro y justifico en su cabeza las sinrazones y abusos con los que le toco coexistir. Se transformó -sin buscarlo- en el padre de su padre, la madre de su madre y olvido quererse y cuidarse a sí mismo. A la que nunca pude disculpar fue a la inmundicia que remplazo a la suicida: me obligaba a quedarme sentado a la mesa durante varias horas al día. Además, no me permitía emitir sonido alguno. Un auténtico e innecesario martirio para un niño de cuatros años que se prolongó durante seis meses.

La falta de personas que me acompañaran en mis proyectos y sueños- acrecentó en mí una individualidad exacerbada, un mecanismo de defensa ante la ausencia de compañía. En mi cabeza- me sentía como un perro con tres patas: mi estabilidad mental rengueaba mientras la vida exterior transcurría sin que nadie lo notara. Hubiera preferido que se tratara de una carencia física para al menos así haber sido percibido.

Después de demasiado tiempo me harte del vacío, del aburrimiento, de la melancolía como quien ha estado años barriendo arena en un desierto sin horizontes. Entonces, decidí no vivir más en ese infierno bestial de impotencia y desilusión rociado de un jugo melocotonero con resabio a ironía y burla. Me desprendí de ese yugo, de todo lo que no era mío y que a lo largo de los años se había adherido a mi psiquis a mi pesar y me obstaculizaban, dejándome siempre a mitad de camino en mis proyectos y aspiraciones. Ingrese a mi madurez como una tuna ajada- con la voluntad e ilusión de lograr desespinarme, abierto a que florezca lo que la pujanza y mi capacidad natural permita destrabar y reaparecer.