Hace
un tiempo inexacto soy consciente que todo terminara: la vulnerabilidad de mi
existencia -abrupta y llena de buenas intenciones- la precariedad de mis deseos,
mis miedos infundados y mis más ilusos sueños. Mientras le saco punta al lápiz- me voy diluyendo en un duermevela que no logra hacerme descansar ni
estar despierto del todo. Me embarco en un viaje disipado y austero a la vez.
Siempre es posible tener una razón para perseguirse y mortificarse a uno mismo.
Está en la química del cerebro poder alejarse –o no– de pensamientos que a
larga no cuentan y terminan siendo insignificantes. Adhiero a la escuela que
entiende la vida desde la pragmática y el movimiento.
Nubes
crepusculares con sus colores y formas únicas aparecen en un cielo ondulado de
un viento que hace y deshace a voluntad. Las puertas de la percepción se abren
de par en par, de forma casi que inconcebible. Con una lentitud agusanada-
comienzo a separar la paja del trigo: escatimo, mido, sopeso posibilidades y
vericuetos. De repente algo intangible, insustancial, inocuo por donde se lo aprecie
-se limpia y todo aparece nítido: acabo de cruzar un puente virgen, un límite
desconocido hacia un abismo de pasión, intensidad y cierta seducción. Mi pudor
-a pesar de todo- sigue siendo demasiado elevado. Llego a estados anestesiantes
tales que dejo de ser yo para ser aquel que pienso ser. Cuando empiezo a
aceptar las cuestiones- estas toman otro relieve y consistencia.
Desciendo
de un pueblo “elegido” para ser mirado de reojo y con desconfianza por algunos capciosos, una
colectividad vilipendiada por ciertos resentidos, una etnia cuestionada,
calumniada de parasitaria, avariciosa, usurera, explotadora, y un sinfín de
calificativos peyorativos; una comunidad acosada y hostigada con persistencia en
el transcurso del tiempo y civilizaciones. Lo padezco desde mi origen- sin haber
tenido opción a elegir- como quien nace con una complicación congénita. Las
guerras insuperables atraen y renuevan viejos odios que jamás pasaran de moda- y me recuerdan que este es un mundo atroz y sin sentido. Con ellas salen a
relucir las bajezas más inmundas de aquellos que no saben vivir ni dejan vivir.
Es muy difícil saber cómo cortar y más aún por lo sano. Los muertos no tienen
enemigos.
Muy bueno, como todo lo que escribis, Pablito.💖
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