No
recordaba la última vez que se había sentido a sus anchas. Se hallaba perdido,
ajeno a sí mismo. Ya no sabía más -con certeza- quien era él. Sus músculos
estaban entumecidos, casi atrofiados por la falta de actividad. Intuía que algo
dentro suyo se estaba pudriendo. Carecía de propósito, metas y ambición alguna.
Una repugnante resignación lo abrumaba. Su presente era un desconsuelo
agobiante.
La
confianza hacia otras personas se había evaporado hace un tiempo difícil de
cuantificar. Sin embargo, seguía admirando a ciertos individuos. Uno de estos
individuos - lo inicio en un mundo platónico, donde solo las intenciones
cuentan. Desde esta nueva perspectiva, comenzó a experimentar algunos cambios, percibía
que su alma paulatinamente le volvía al cuerpo.
Lo primero
que noto fue la ausencia del ¿qué?. Todos los planteamientos existenciales en
torno al ¿qué? de las cosas, personas y el universo todo – se esfumaron,
desaparecieron para siempre.
Lo segundo
que advirtió -pasado un periodo no muy largo- fue la ausencia del ¿cómo?, sin
siquiera darse cuenta de qué y cómo fue el proceso que lo llevo a esta
instancia perceptiva. Comenzó a disfrutar de la liviandad de ir por la vida sin
los ¿qué? ni los ¿cómo?.
Lo último
que recordó perder fue el ¿por qué? de las cuestiones que nos rodean a diario.
A partir de esa época, pasaba días enteros levitando.
Cada vez entendía menos a
la sociedad a la cual supo pertenecer. No lograba comprender asuntos políticos,
cotidianos ni de ninguna índole pragmática. Su vida anterior quedo
definitivamente enterrada en un lugar desconocido. Su mundo se restringió a sí
mismo. Había logrado un equilibrio mental y emocional impensado unos meses
atrás.
Corto tiempo
después de haber alcanzado tal poder de abstracción, su cuerpo se mimetizo con
la transformación iniciada por su mente. Sus libros leídos infinidad de veces, sus
vinilos escuchados hasta la saciedad y la culpa - solapada, disfrazada con sus
ropas más disimiles, irreconocibles y extravagantes- lo acompañaron en su viaje
postrero hacia el cedro y el bronce.
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