Monday, March 16, 2020

J'eus été a rockstar


He tenido la suerte, motivación y perseverancia de integrar varias bandas durante gran parte de mi vida. Algunas de ellas – a mi modo de ver y escuchar – eran más que aceptables. Casi siempre he sido uno de los miembros fundadores y no creo que fuese una casualidad aislada: probablemente se debe a mi cuasi incapacidad de adaptación a un proyecto que no lo haya parido.

El grupo con el cual tuve más recorrido- duro casi nueve años: editamos dos discos, tocamos en vivo infinidad de veces, ensayábamos religiosamente y hasta incluso nos dimos el “lujo” de hacer una mini gira.

Con el paso del tiempo, los ensayos tomaron un carácter ritual y terapéutico: se convirtieron en un pasadizo que me permitía entrar en contacto intermitente con lo inmaterial, lo incuantificable, eso que no se puede tomar con las manos ni determinar su aroma. Las cuestiones circunstanciales y miserias humanas se esfumaban mientras ensayábamos: los domingos a las cuatro de la tarde era la cita ansiada con la frontera dimensional donde tiempo y espacio se fundían para que lo realmente importante le quitara protagonismo a las urgencias. 

Ensayar, tocar en vivo y grabar cuando teníamos el dinero suficiente –eran los puntales del enlace pentatónico que unía a los integrantes de la banda.

Mi bajada de ficha ocurrió en aquella “gloriosa” mini gira que nos llevó -junto a una banda amiga - a cinco parajes diferentes. Me costó -más de lo anticipado- alejarme de los míos durante algunos días, que no fueron muchos, pero los percibí como tal. En ese periplo, me di cuenta que las vidas de los integrantes de aquel clan sonoro eran muy diferentes fuera del matrimonio musical. Nuestra afinidad estaba basada -casi exclusivamente- en nuestro proyecto en común.

En la ruta -camino a nuestra próxima presentación de aquella mini gira- sentimos unos bocinazos persistentes: venían desde la camioneta de nuestra banda amiga que nos pasaba por la izquierda. A través de sus ventanas delantera y trasera - que estaban abiertas y apuntaban hacia nuestro vehículo – asomaban un par de culos desnudos acompañados de sonoras carcajadas. Ni bien nos pasaron, policía caminera los paro e invitaron a estacionarse a un costado de la carretera.

Esa noche, llegaron al boliche bastante más tarde que nosotros y nos contaron que los multaron. Lo que nunca llegue a saber es si la multa fue por exceso de velocidad o por tener culos demasiado peludos.




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