Tuesday, July 28, 2020

Solo supo hacer el bien


Hay individuos que no llegamos a conocer, pero aprendemos a quererlos a través de relatos de terceros. Más aun, cuando uno tiene el honor de llevar su nombre por la vida. Hoy escribo para homenajear a mi abuelo, quien respiro por última vez hace más de medio siglo.

De todas las cosas que he oído hablar sobre él, me interesan más las que no me fueron contadas, las que he constatado con mis propios ojos. Quizás por eso son de mi interés: porque son dilucidaciones que pude construir e imaginar sin la ayuda de relatos familiares.

Lo primero que salta a mi vista -son sus rasgos faciales y la tonalidad de su piel. Viendo fotos de él, advierto que su procedencia y su aspecto iban en direcciones divergentes. Intuyo que hay muchas cosas que no se de él ni de su historia genealógica.

Otra cuestión que capta mi atención es cuando uno va a visitarlo al cementerio: es tradición, dejar piedritas sobre las lapidas de las personas queridas como señal de que aún son recordadas. Recorriendo ese sendero creado por los mortales -para tal vez sugerir o rememorar la inmortalidad del alma - siempre me sorprende la montaña de piedritas depositadas sobre su tumba. A pesar de haber desaparecido físicamente hace muchas décadas, todavía hay gente que lo recuerda y añora. Si uno mira alrededor, las otras lapidas -tristemente- casi no tienen piedra alguna sobre ellas.

Sus parientes vamos al cementerio una vez, quizás dos veces al año (dependiendo como se presente la zafra mortuoria). Teniendo en cuenta la asiduidad con que su familia concurre al cementerio, es asombroso que siempre haya tantas piedritas depositadas sobre su tumba. Hace varios carnavales que sus contemporáneos dejaron este mundo. Entonces, ¿quién o quiénes serán los que se empecinan- año tras año- dejar constancia, como reza sobre su lapida, que el hombre enterrado debajo de ella solo supo hacer el bien?




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