Hoy ando con
suerte: me dejaron entrar más temprano que de costumbre a mi guarida, a mi
resguardo. Las ventanas abiertas dejan expuestas múltiples hojas que visten a
los árboles en pleno verano. Mi mirada queda suspendida en algún lugar y los recuerdos
emanan sin timidez. Las imágenes son mi presente. Huelo algo conocido que me
devuelve al lugar exacto donde estoy.
Tengo que
enfocar diferente: no solo ver todo lo que falta, sino también disfrutar de la
abundancia. Emociones y pragmatismos- antagónicos como lo son el talento y la
mediocridad- conviven en mí. ¿Soy capaz de extraerme de lleno, sin refugios, completa
y absolutamente? El entusiasmo debo encontrarlo debajo de cada baldosa, pese y a
pesar de otros.
Está bien que no
me destruya, pero tampoco quiero vivir con el susto a boca de jarro. Ni padecer
miedos crónicos- ni ser un héroe intergaláctico, fuente de inspiración
caricaturesca de tiempos a otro paso, sin poderes remotos ni procedimientos mecanizados
y perfeccionados hasta en el más mínimo detalle.
La ilusión es fundamental
en toda creación; es un nuevo despertar. Lleno mi alma con ella, por las dudas
de que exista; el espíritu también. Las influencias de los maestros del buen
gusto y la indiferencia de varios comparten pieza en mi altillo. Buceo en mi
rio emocional intentando hallar - en sus aguas marrones y turbias - motivos,
sentidos, tesoros perdidos y olvidados en el fondo del tiempo.
Debo ir a dormir
ahora; mañana tengo que salir temprano al mundo de aquellos que desconozco, que
no prefiero y cuyas apariencias son opuestas a mi realidad. Trabajar es una
necesidad o quizás un error. Un descuido llena de hongos verduzcos el interior
de mi congelador desenchufado. Absorbo mi respiración, profunda, completa; una
inspiración del momento focaliza mi atención más allá de mi apatía y desgano
perenne; la lluvia con su melodía monótona, cae de bruces sobre las chapas.
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