Una vez más el aburrimiento con sus infinitos y secretos tentáculos volvió a enroscarme en su marea de altamar. Sé que no me soltara hasta que no pare de combatirlo, hasta que deje de darle lo mejor que aun me va quedando. Lo escribo y cuento aquí – como buen narciso que soy- intentando ó aun sabiendo que no lo lograre cabalmente ni de forma satisfactoria, con el absurdo cometido de afirmar mi perspectiva (una vez mas), y así ayudar a aliviarme y que ese alivio perdure en una eternidad cuestionable.
Existen días- y noches- en que el sinsentido y los vacios existenciales son más palpables y aparentes de lo que lo son habitualmente. Sigo como caballo descabellado, inefable, místico e incunable hacia una meta que desconozco. Mi lucha constante contra la desilusión me tiene a mal traer, me enmudece dejándome de un modo huraño el cual no me es cómodo para andar por la vida.
Mi entramado social ha desaparecido como el humo y no vislumbro su re-establecimiento. Es algo que he demorado toda mi juventud en construirlo y desapareció en un cerrar y abrir de ojos: una mala decisión, un engaño y otras atrocidades pueden deshacer demasiado rápido lo que tanto se demora en construir. La astucia no es parte de mi diccionario. En general las cosas diarias y ordinarias bastante me dificultan.
Proclamo y reclamo mi sanidad por esta vía. Soy un ser melancólico, mercantil y romántico de las ideas, la gloria, de la inmortalidad ilustre mas allá de todo accionar humano. Mi vanidad me hace amar mi propia elocuencia, la cual es avasallante por momentos.
No soy cazador sino que soy perro que no ladra, pájaro que no vuela, recolector de la miseria consistente en que nada depende de mí. Siempre he estado solo pero a veces lo estoy más aun.
Un día dejare de ser yo y pasare a ser él, omnipresente e invisible a la vez- volveré a un paraíso creado por el imaginario escrupuloso de los y las humanas donde todo me sea dado, seré dueño de mi tiempo mas no de mis temores y desvelos -que no harán más que crecer como los alimentos que brotan gracias a la lluvia y al sol.
Temo -al punto de aborrecerlo- al maldito detalle que hara caer la pirámide de naipes tan perfecta y pacientemente construida.